AMÉRICA LATINA, UN NUEVO MODELO EXPORTADOR
Ramón Casilda Béjar. Profesor del Instituto de Estudios Bursátiles, Autor del libro: Crisis y reinvención del capitalismo
En varios países de América Latina, el contexto externo menos favorable, acompañado por la continuada bajada de los precios de las materias primas y los productos básicos, se ve agravado por diversos factores internos, ocasionando una nueva desaceleración de la actividad económica a nivel agregado. En este contexto, se proyecta que el crecimiento del PIB real de la región disminuya por quinto año consecutivo, tornándose ligeramente negativo en 2015 antes de repuntar levemente en 2016.
El informe del FMI: Perspectivas económicas: Las Américas, incluye tres capítulos analíticos que analizan (i) la autonomía monetaria y la exposición a los shocks financieros globales en América Latina, (ii) la integración comercial regional y sus beneficios potenciales, y (iii) la relación entre la profundización financiera, el crecimiento y la estabilidad económica en la región. En este trabajo se propone siguiendo el punto (ii), la creación de un nuevo modelo exportador Latinoamericano, que incorpore mayor valor añadido, sin excluir las actuales exportaciones de materias primas y productos básicos.
1. América Latina, en el contexto económico actual
El Fondo Monetario Internacional (FMI, octubre 2015), predice que la recuperación de la economía mundial sigue siendo moderada y retrocederá desde el 3,4% de 2014 al 3,1% en 2015, para recuperarse levemente hasta el 3,6% en 2016. Esta situación se debe a que el crecimiento de las economías avanzadas aunque se ha fortalecido, resulta más débil de lo previsto, en tanto que las economías emergentes se desaceleran por quinto año consecutivo. Este panorama de crecimiento más lento, se asocia con el reordenamiento de la economía china, cuyas repercusiones globales están siendo más amplias y profundas que las previstas.
Ante este entorno, el crecimiento de América Latina se ha visto fuertemente afectado, disminuyendo por quinto año consecutivo, estimándose en 2015 un decrecimiento del -0,3%, para repuntar levemente en 2016 hasta el 0,8%. Aunque las perspectivas no son tan sombrías en todos los países, no obstante, el promedio regional, está particularmente afectado por el deterioro económico de algunas de las más importantes economías que enfrentan fuertes dificultades internas.
Brasil y Venezuela, son las dos importantes economías que se contraen fuertemente, situación que no responde solamente al deterioro del entorno internacional, sino que se debe principalmente a la intensificación de desequilibrios internos de diversa índole.
Brasil,
después de haber utilizado políticas de estimulo a la demanda de forma excesiva en el pasado, las autoridades han debido endurecer sus políticas monetarias y fiscales con el fin de restablecer la credibilidad en la sostenibilidad de sus finanzas públicas para frenar la inflación a medio plazo. A este escenario se le sumó una crisis política que derrumbó la confianza de los consumidores y de las empresas a mínimos históricos, afectando aun más la actividad económica y las finanzas públicas. Se espera que la economía caiga alrededor de -3% en 2015.
Venezuela
por su parte, se encuentra atrapada en un círculo vicioso de intervenciones altamente distorsivas, débiles marcos de política y deterioro económico y social, que ha tenido como resultado la tasa de inflación más alta del mundo, una severa escasez de bienes y una brecha entre el tipo de cambio en el mercado informal y el oficial que ronda el 100%. En este contexto, y a la luz del desplome en el precio del petróleo, se espera que el producto se contraiga un -10% en 2015.
Argentina crecerá un leve 0,4%, en parte a un importante impulso fiscal, aunque se espera que la economía se contraiga un -0,7% en 2016. Además, la combinación de política monetaria y fiscal expansiva presiona sobre la brecha entre el tipo de cambio oficial y el de mercado, el nivel de inflación y las reservas internacionales netas. En Ecuador, la caída del precio del petróleo ha tenido un impacto considerable en el ingreso nacional, provocando una gran desaceleración no conocida al situarse en el -0,6%, para repuntar hasta un mínimo 0,1% en 2016.
Perú se retrajo de manera abrupta en 2014, debido a la caída de la inversión y perturbaciones de oferta temporales en los sectores de pesca, minería y agricultura. Como algunos de esos shocks se mantuvieron durante 2015 y se vieron acentuados por la renovada caída de los precios de los metales, la economía alcanzará un 2,4% para repuntar hasta 3,3% en 2016.
Colombia
se ha visto golpeada por la caída continuada de los precios del petróleo y en menor medida del café, así que logrará crecer un 2,5% en 2015, una reducción considerable respecto del 4,6% en 2014, previéndose para 2016 que logrará remontar hasta el 2,8%.
México
que cuenta con una economía más diversificada y menos dependiente de las exportaciones de materias primas como los países de América del Sur, a la vez que se encuentra más integrada comercialmente con Estados Unidos, se ve relativamente menos afectado por la caída del precio del petróleo. Sin embargo, la proyección de crecimiento del PIB se recortó hasta un 2,3%, en parte debido a una nueva caída de la producción petrolera y llegar al 2,8% en 2016.
Sobre la severidad que viene provocando el impacto de los bajos precios de las materias primas, se observa que varía entre los países, en gran parte por la propia evolución de las mismas. Mientras que la caída sostenida de los precios de los metales desde 2011, venía afectando más a Chile y Perú, lo que les requirió un ajuste de sus economías a partir de 2012. Por su parte el desplome del precio del petróleo comenzó a mediados de 2014, golpeando a países exportadores como Colombia y Ecuador, aunque en distinta medida, obligándoles también a comenzar el proceso de ajuste. Las diferencias son notorias entre unos países y otros en función de cuando realizaron sus ajustes. Para el caso de Chile el déficit de cuenta corriente pasó de 4% del PIB en 2012 a prácticamente cero en 2015, pero en Colombia ha crecido rápidamente hasta alcanzar el 6% del PIB en 2015.
El panorama enunciado, se venía adelantando por parte de los diferentes análisis e informes de los organismos internacionales: los anteriores vientos de cola han desaparecido. Así lo confirma el informe del FMI: Perspectivas económicas: Las Américas (octubre, 2015)
[2], presentado en la Fundación Ramón Areces (17-11-2015). La clave de la situación, sin dudas, se encuentra en la persistente debilidad de los precios de las materias primas que provocan la reducción sostenida de los precios de intercambio. El precio del cobre por ejemplo, cayó más de 25% en el último año, el de la soja lo hizo alrededor del 20%, y el petróleo arrastra una caída que supera el 50%. Naturalmente, el impacto sobre los distintos países depende de que materia prima producen y de cuánto pesa en el conjunto de las exportaciones y la economía.
2. Potenciar el crecimiento económico y la competitividad mediante un nuevo modelo exportador
Partiendo de que el comercio internacional es beneficioso para los países, nadie se atrevería a sugerir que Uruguay produzca salmón y Noruega carne. Probablemente la reflexión más importante de la economía internacional, resida en la idea de que existen ganancias del intercambio comercial, es decir, cuando los países se venden entre sí, bienes y servicios, se produce, casi siempre un beneficio mutuo. Sin embargo, los economistas no pueden discutir los efectos del comercio internacional, o en todo caso recomendar cambios en las políticas gubernamentales con cierta fiabilidad. Esto explica por qué los patrones del comercio internacional –quién vende a quién qué cosa- sea una de las preocupaciones más importantes de los economistas especializados en economía internacional[3].
Pues bien, para potenciar el crecimiento económico y la competitividad de América Latina, una solución puede ser incrementar el comercio mediante un “nuevo modelo exportador”.
El informe Perspectivas Económicas. Las Américas, analiza el desempeño de las exportaciones en las regiones en desarrollo y emergentes durante las últimas dos décadas, con fin de evaluar el potencial de crecimiento futuro en América Latina. Los resultados señalan que en la mayoría de los países latinoamericanos, el comercio es inferior a lo que cabría esperar en función de los parámetros de los modelos estándar. Este ha sido un problema persistente a lo largo de casi un cuarto de siglo, y según el informe, se debe en parte a la geografía de la región y al legado de políticas proteccionistas.
Un argumento de importancia se refiere a la integración en los procesos de producción internacionales (las cadenas mundiales de valor) y los acuerdos comerciales que podrían ser beneficiosos, pero estos distan mucho de ser soluciones mágicas, sobre todo en la actual coyuntura mundial. Se hace necesario si se desean alcanzar estos beneficios, que las autoridades diseñen y apliquen políticas que incrementen el valor añadido y en consecuencia la competitividad de las exportaciones, posibilitando con ello el ingreso en los grandes mercados mundiales, que típicamente son las economías avanzadas.
Para estimar el desempeño del comercio, el informe, analiza la brecha exportadora de la región durante el período 1990–2013, utilizando variables tales como distancia geográfica, tamaño económico y ciertas características históricas y culturales de los países. La parte no cubierta de las exportaciones -es decir, la diferencia entre las exportaciones efectivas y las previstas- representa la “brecha” positiva o negativa, que indica si el comercio de un país es superior o inferior al que cabría esperar en función de sus fundamentos económicos.
En comparación con el resto del mundo, el comercio de América Latina se sitúa, en promedio, por debajo de lo previsto, sobre todo en el caso de los países de América del Sur. Además, el comportamiento de las exportaciones regionales no ha mejorado en las últimas dos décadas, lo cual contrasta marcadamente con los obtenidos por los países emergentes y en desarrollo de Asia. Los resultados son válidos tanto para las exportaciones brutas, como para las de valor agregado (añadido), un concepto este, que ha venido ganando aceptación, que es sustancial cuando los países utilizan muchos bienes intermedios en la producción de exportaciones.
Las diferencias regionales son amplias, siendo importantes entre los países. México destaca por un comercio superior a lo previsto en términos de exportaciones brutas, pero presenta un desempeño mucho más débil en cuanto a exportaciones de valor agregado. Esto obedece en altísimo grado a los flujos comerciales bilaterales entre México y Estados Unidos, lo cual es coherente con el afianzamiento de los vínculos de la cadena de suministro (por ejemplo, en el sector del automóvil) entre estos países.
Chile también muestra un buen desempeño, que está muy influenciado por los vínculos con China, aunque como es conocido, Japón y Corea también aparecen como importantes destinos de sus exportaciones. Pese a tener una limitada base o diversificación exportadora, parece que Chile ha sido capaz de incrementar el volumen, algo que no se puede decir de otros exportadores de materias primas de la región.
La evolución del comercio de Argentina, Brasil y Colombia es la más débil de América Latina. En los casos de Argentina y Brasil, la baja cantidad de exportaciones a las principales economías avanzadas —en particular Estados Unidos— son un factor determinante. En el caso de Colombia, las reducidas exportaciones a México y Brasil inciden bastante. En otros países, se observan pequeñas desviaciones del desempeño del comercio con respecto al nivel que sería coherente con los fundamentos económicos. Venezuela se destaca como un país cuyo comercio es superior a los parámetros en términos de valor agregado. Esto se debe a que exporta más petróleo de lo que cabría esperar en función de los fundamentos económicos.
Ahora bien, respecto a si una mayor integración comercial podría promover las exportaciones de América Latina, el informe analiza el modelo con variables relativas a las cadenas mundiales de valor y los acuerdos comerciales. Los resultados indican que una mayor integración en las cadenas mundiales de valor a nivel de país, se traduce en un mejor desempeño dentro de la región, tanto de las exportaciones brutas como las de valor agregado. Sin embargo, el impacto directo a corto plazo es económicamente limitado. Esto hace pensar que la integración comercial por sí sola no basta para dar un impulso inmediato al comercio.
Para cosechar frutos a largo plazo, América Latina tiene que aprovechar el comercio en las cadenas mundiales de valor, para de esta manera fomentar un mayor conocimiento y capacidad productiva mediante la innovación, un desafío al que la región se enfrenta desde hace décadas y que irremediablemente debe hacerlo sin demora. Una de las palancas con la que cuenta sería el fortalecimiento y potenciación de la internacionalización de sus empresas, como es el caso de las multilatinas[4].
Todo este panorama se produce, pese a los esfuerzos desplegados en América Latina para reducir las barreras comerciales, sin embargo, la región ha permanecido más cerrada al comercio que otras de mercados emergentes. Si se tiene una postura realista para lograr mejoras posibles, el informe propone algunas políticas que podrían resultar útiles como las siguientes:
Es fundamental realizar esfuerzos para penetrar en los grandes mercados, en particular en las economías avanzadas. En un entorno altamente competitivo, son necesarios avances más firmes en las reformas estructurales para aumentar las cuotas de participación en estos mercados.
La región podría beneficiarse de una mayor integración en las cadenas mundiales de valor. Sin embargo, el impacto directo de esa estrategia en el comercio seguirá siendo reducido si la integración no da lugar a un crecimiento sostenido de la productividad, a través de la propagación de conocimientos y un mayor comercio intrasectorial.
Los acuerdos comerciales no son en sí mismos una varita mágica para fomentar el comercio. Los acuerdos integrales -como pretende serlo el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés)- que reducen tanto las barreras arancelarias como las no arancelarias, que armonizan los marcos regulatorios y en los que participan grandes economías avanzadas y emergentes, deberían generar un efecto positivo a medio plazo. En cambio, los bloques comerciales con protecciones a escala regional dan la impresión de ser menos prometedores.
La mayoría de los países latinoamericanos, no forman parte del TPP (solo forman parte Chile, México y Perú), siendo deseable que tomen medidas para evitar el riesgo de quedar excluidos de los pactos multirregionales en este panorama que augura una rápida evolución del comercio mundial. Una observación al respecto, la proliferación de los acuerdos comerciales exige una mayor coordinación de las múltiples iniciativas vigentes y previstas, algo que es especialmente pertinente en el caso del Mercosur y la Alianza del Pacífico.
3. Algunas recomendaciones
América Latina, por todo lo apuntado y en concordancia con los análisis y estudios de los organismos internacionales y otras instituciones regionales, incluidos los gobiernos, tiene que dejar de depender menos del comportamiento de las materias primas como monocultivo exportador, y hacerlo más de una canasta o base exportadora más diversificada, que incorpore productos y servicios de mayor valor agregado. Si así lo considera, debe emprender un nuevo proceso de reformas con el fin de diversificar la estructura productiva de la economía. Por tanto, se abre paso definir un nuevo modelo de crecimiento dentro de un mundo cambiante, innovador y extremadamente competitivo.
A los efectos, las preguntas son múltiples, pero fundamentalmente sobresale lo que planteamos como fondo del artículo: “Debe continuar primando un modelo basado en las exportaciones de materias primas y productos básicos o por el contrario, debe girarse hacia un modelo que las diversifique, incorporando manufacturas y productos con mayor valor agregado que contrarresten el valor de los intercambios desiguales”, lo que exige, llevar a cabo las reformas estructurales, que como un proceso continuado según los países, recomienda el citado informe y siempre por medio del diálogo social.
Mejorar el desempeño de las exportaciones es una tarea crítica y a la vez compleja, siendo fundamental destacar la heterogeneidad de la región en materia de integración comercial. La prueba es que, durante los últimos veinticinco años, ha permanecido más cerrada al comercio exterior que otras regiones emergentes, y el comercio de la mayoría de las economías se sitúa por debajo del nivel que sería de esperar en virtud de sus fundamentos económicos.
Esto ha sucedido pese a los esfuerzos de las políticas para reducir la brecha comercial, desde la idea de ganar mayores cuotas de participación en los mercados internacionales mediante acuerdos comerciales. Sin embargo, estos no representan una panacea para fomentar el comercio exterior, al igual que la reducción de los aranceles es una medida necesaria pero no suficiente, pues se insiste que debe ir acompañada de la reducción de las barreras no arancelarias y las consiguientes reformas estructurales.
También como se ha expuesto, los acuerdos comerciales deben ser una herramienta para potenciar la competitividad en los mercados internacionales, al tiempo que la región debe evitar el riesgo de crear bloques regionales protegidos o de “reintroducir políticas cerradas”. En las negociaciones de comercio a escala multirregional, los países se enfrentan a un desafío a la hora de promover sus intereses; Chile, México y Perú, presentes en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, representan un claro ejemplo de ello.
Al respecto una observación, la proliferación de acuerdos comerciales exige una mayor coordinación de las múltiples iniciativas vigentes y previstas, algo que es especialmente pertinente en el caso del Mercosur y la Alianza del Pacífico, cuya aproximación a la economía global según el grado de apertura y tratados comerciales firmados son amplias a favor de la Alianza.
Respecto al comercio intrarregional como proporción de las exportaciones, la región presenta menores indicadores que Europa o Asia, pero si las comparaciones se restringen únicamente a los países emergentes y en desarrollo, entonces se obtienen niveles similares.
Aunque una diferencia clara se encuentra en la composición de los flujos comerciales dentro de la región, que están más orientados hacia bienes finales que en los países emergentes que se orientan en bienes intermedios. Las propias desventajas estructurales de la región, complican las capacidades productivas complementarias. Aún así, es preciso recalcar, que se observa una considerable heterogeneidad en los distintos países en cuanto al alcance y penetración del comercio intrarregional.
El auge de las exportaciones intrarregionales de manufacturas ha suscitado grandes expectativas respecto de una posible vía de escape de la condición de exportadores mayoritarios de productos básicos que aún exhibe la mayor parte de la región. Estas expectativas según la Cepal[5], son coherentes con las de otros estudios relativos al contenido tecnológico de los productos, ya que está establecido que los productos más competitivos a escala mundial son en general los que tienen un contenido tecnológico más elevado.
Al respecto, el comercio intrarregional de manufacturas no se compone de esta clase de productos, entendiendo por tales los que exhiben esta característica en el comercio mundial. La excepción a esta norma es México, único país de la región que participa en un esquema de integración con países desarrollados, lo que ha estimulado la implantación de industrias de alta tecnología como es el El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), North American Free Trade Agreement (NAFTA)[6].
Pero insistimos, mejorar el desempeño de las exportaciones es una tarea crítica y a la vez compleja. Muchas economías latinoamericanas se encuentran enfrentando fuertes desaceleraciones acompañadas de peores perspectivas a medio plazo. En este contexto, aunque los ajustes de tipo de cambio seguirán desempeñando un papel importante, pero el aprovechamiento del comercio exterior como un motor de crecimiento a medio plazo es una propuesta crítica y compleja, merece la pena. España y su experiencia de cómo las exportaciones han sido gran parte de la solución frente a la crisis, representa un hecho muy positivo a tener muy en cuenta dado además, el impulso, modernización y su importante contribución al crecimiento de la economía.
En líneas generales y dado el grado de desaceleración económica que experimenta la región, mantener una política monetaria acomodaticia parece adecuado en aquellas economías con expectativas de inflación de medio plazo bien ancladas. En este contexto y a los efectos de mantener la sostenibilidad fiscal, es esencial que la política fiscal se ajuste a la nueva realidad de menor crecimiento de medio plazo y menores ingresos provenientes de los sectores primarios. Aunque la velocidad de ajuste dependerá del espacio de maniobra disponible con la que cuenta cada país, el cual está en función de su nivel de deuda y su superávit primario. En líneas generales, sin embargo, existe una necesidad de recomponer las reservas fiscales en la región.
Finalmente, la región debe sin más dilación, impulsar las reformas que permitan incrementar la productividad y el crecimiento potencial. Sin crecimiento sustentable que dependa menos de la evolución de los sectores primarios y estos sean cada vez más completados con productos que incorporen mayor valor agregado que les permita ganar cuotas de mercado en los países avanzados, será imposible satisfacer las demandas de mejoras sociales que hoy se exigen a lo largo y ancho de América Latina.
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[2] El informe fue presentado el 17 de noviembre de 2015 en el Fundación Ramón Areces, donde participaron además del Secretario de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa del Ministerio de Economía y Competitividad, el Director del Hemisferio Occidental del FMI y su equipo de economistas, junto con importantes analistas, economistas y directivos de los más acreditados bancos y empresas españolas con presencia en América Latina.
[3] Para más detalle, véase; Paul R. Krugma y Maurice Obstfeld (2001, 5ª Edición): Economía Internacional. Teoría y Política. Addison Wesley. Pearson Educación. Madrid.
[4] Véase para más detalle, véase; Ramón Casilda Béjar (2012): América Latina emergente. Economía, desarrollo, industrialización, multilatinas, geoeconomía. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid.
[5] Cepal. José Miguel Benavente. ¿Cuán dinámicas son las exportaciones intrarregionales latinoamericanas? Serie macroeconomía del desarrollo, Nº 12. División de desarrollo económico. Santiago de Chile.
[6] El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), eninglés North American Free Trade Agreement (NAFTA), es un acuerdo regional entre los gobiernos de Canadá, de Estados Unidos y de México, para crear una zona de libre comercio, con un costo reducido para el intercambio de bienes entre los tres países. Este acuerdo es una ampliación del antiguo Tratado de Libre Comercio de Canadá y Estados Unidos que fue firmado el 4 de octubre de 1988 para la formalización de la relación comercial entre los dos países. En 1990, el bloque entró en negociaciones para ser reemplazado por un tratado que incluyera a México. El TLCAN, entró en vigor el 1 de enero de1994, cuando se cumplió con el procedimiento de ratificación por parte del poder legislativo de cada país.
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